Es triste como esta mansión, a lo largo de los años, ha ido perdiendo su vida, desapareciendo en su resplandor, haciéndose vieja, apagó todo lo que era. Ya no veo en sus pasillos el placer que veía antes, cuando estaba lleno de cositas alegres. Tremendas estancias dedicadas a su consagración, mi vida y la de los otros, a los que yo arrastré con el dinero. Ahora soy ya muy viejo y mi futuro esta claro, y por eso mi pasado ya no importa a nadie. Debo mi vida a los que cuidan de mí. Desearía yo que no lo hicieran, sin embargo, no quieren matarme. Mis arrugas deben imponerles hasta eso. Estuve condenado a muerte desde el día que nací, y nunca nadie me lo dijo. Vivía como si todo importara demasiado. Ahora veo que no había conseguido ser feliz psíquicamente. Por supuesto, me consagré al placer delictivo. Eso es todo lo que me queda ahora. Un espectro, un recuerdo. Como este sitio. El sol, afuera, es culpable de mi dolor. Si tan solo hubiese tenido él un poco más de masa, no existiría humano alguno. Y ya se sabe, sin conciencia, no hay pena. Temo, sin embargo, que sé muy bien de mi situación actual, y por eso es pesar. Fui rico al nacer. Fui rico al crecer. Y hasta seré rico al morir. No sé quién se llevará mi dinero, pero se que me importa poco. No dejo herederos. O al menos, eso es lo que sería de esperar. En esta época, mucha gente vive con las máquinas. Mas yo, cuando las veo, actuando esclavas, no puedo sino repudiarlo. Es asqueroso. Bueno, y así es como acabé en mi particular Xanadu, cuidado por uno robot bastante eficiente.
No me deja ni a sol ni a sombra. Mi vida depende de él, y como sabe que no quiero vivir más, está preparado para darme una paliza si hace falta. Maldita tecnología. No hay forma de engañarlo. Puesto que no registra ninguna de mis acciones, no es un peligro para mi privacidad, y no hay ningún otro medio legal por el cual pueda librarme de él. Tampoco tengo fuerza para darle un merecidísimo puntapié, pero, si la tuviera, supongo que enviarían otro robot preparado para aguantarme. Es un buen sistema médico este en que el aparentemente democrático y libre sistema me tiene preso. Todo y que no haya muros, no puedo abandonar mi hogar. Y el humano no es capaz de esconderse ya en ningún lugar de la Tierra. En nombre de nuestra seguridad, y la gente que se perdía en los montes, de los desaparecidos, y de otros peligros terribles, se instaló a cada recién nacido un chip de localización. En el cerebro. Leen nuestras ondas, nuestras constantes vitales, nuestro todo. Su extracción, provocaría la muerte. Bah, es mentira, ya lo comprobé. Es complicado engañar al chip para que crea que lo sigues llevando puesto, pero una vez que está todo planeado, todo está hecho. Los cacheos ya no existen. Saben si has podido comprar algo indebido para tu vida o no, basándose en el chip. Lo demás ya les parece estúpido e innecesario.
La silla de ruedas es cómoda, al menos, y me evita las fatigas del remoto pasado, tiempos en los cuales los viejos todavía tenían que usar sus propios músculos. Todo esta acolchado en este mundo. Me paso los días observando lo que ya no puedo disfrutar. El lujo pasado. Nunca fui realmente consciente de todos los kilos de oro y de todos los rincones escondidos de este desolado paraíso en que "vivimos" yo y el robot. Las horas muertas, mirando los tomos de los libros, son ominosas. Ohh, vivo sin vivir en mí. La definición de enfermedad es demasiado amplia. Poca gente protesta. Supongo que yo, que no tuve que mover nunca un dedo, tenía mucho tiempo para pensar. Anduve por las sendas viejas y anticuadas, palabras con connotaciones negativísimas, de la ciencia del todo, de la filosofía. Aquí cada uno se ocupa de trabajar, y ya está. Son máquinas de ocio. Tampoco protesté yo nunca, lo tenía todo. No tenemos conciencia de egoísmo, o no de un buen egoísmo, nos mata, poco a poco. Odio este mundo. Cuando me levanté esta mañana, me vi muy mal en el espejo, con una imagen de mí mismo pasada en mente. Vi la crueldad del mundo comparando ambas imágenes. En ese instante, odiaba la juventud. Nada. Yo tenía que morir. Mi tiempo había acabado ya. No había nada que hacer, pero ¡no podía hacer nada! Mi impotencia era terrible. En ambos sentidos.
Es bien sabido que un viejo malnacido, sigue siendo eso precisamente. Y yo peco de saber unos cuantos trucos. Estiro mis piernas y le miro. Los hacen con forma humanoide, con su piel de acero a relucir. Son un poco intimidantes estos cacharros, la verdad. La altura de las escaleras sería suficiente para matarme. Si lo hago de improviso, quizá no se de cuenta… Me abalanzo con toda la rapidez que el paso de los años me permite contra la ornada barandilla, y con la mayor determinación posible del mundo a morir justo al saltarla. Sin embargo, al parecer, mi hora no llega todavía. Observo en mi pequeña carrera como mi compañero de batallas metálico me apresa con sus brazos.
-¡Maldito trozo de chatarra inútil! Déjame morir, ya no quiero vivir, mátame, estúpido. ¡Ojalá te oxidases, pedazo de mierda hedionda, residuo de la tecnología! – Grité furioso, al autómata.
-Señor O. Grinder, yo debo protegerle por su bien. Su enfermedad le impide ver la realidad tal y como es. Comprenda nuestro comportamiento. No podemos dejar, en pro de su libertad, que usted se deje llevar por un período mental enajenado transitorio. Le ruego su colaboración y paciencia para una pronta recuperación.
Su respuesta me hizo enfurecer más de lo debido. Sobrepasaba el límite ya de lo decente. Y me había dado cuenta de un pequeño detalle. Sus datos se basaban en el chip también. Seguía al chip, no a mí. ¿Hasta ese punto era de inútil? Pues en seguida lo veríamos. Saco el chip del bolsillo y se lo coloco a él en uno de sus recovecos.
-Vamos, trasto inútil. ¿Qué te parece esto ahora? Vamos, encuéntrame si puedes, ¿no?
Su reacción, un poco extraña. Se ha parado unos segundos, sin decir nada, como si no supiese como reaccionar. Quién sabe qué está ocurriendo en su procesador. Y así se ha quedado. Increíble. No estaba programado para algo tan extraño como que el sujeto al que debía proteger estuviese dentro de sus propias coordenadas. Colapsado. Lo empujo al suelo, triunfante. El triunfo de la inteligencia, sobre otra inteligencia. Bueno, y ahora, ¡libertad! ¿Y qué otra cosa se puede hacer con la libertad sino elegir cómo se va a morir? Y eso pretendo. Encuentro una cuerda en una de las estancias, después de una búsqueda. Perfecto. En unos minutos, todo habrá acabado. La ato a la escalera, y hago un nudo de horca. Me la coloco alrededor del cuello, y sin pensar mucho, salto al vacío que se presenta delante de mí. En mi frente ahora queda la entrada principal de este estúpido edificio maldito. Los segundos pasan despacio, el aire me falta, el cuello me quema, la rigidez dolorosa me embarga. Oigo unos débiles pasos. Se abre la puerta. Demasiado tarde, ¡ya no me encontraréis!
-¿Señor Grinder? He venido a verle, pensé después de todo estos años que estaría muy solo… ¿está aquí? – Entonces, sus ojos me encuentran, con tristeza y asombro. Grita de espanto. No puedo ya resistirme, qué más da. Así son las mujeres jóvenes… siempre tarde. Mi vida ya es finita, y la gravedad de mi cuerpo lo muestra.
VALORACIONES DEL JURADO
Apostle
Una sensación amarga me recorre el cuerpo al finalizar este relato. No me gusta en absoluto acabar así los textos, pero reconozco que es un tipo de satisfacción… porque realmente me gustaría ver muchos como él. El texto cumple, a su manera, con lo prometido y además lo hace de manera feliz, socarrona y efectiva. Bien narrado, dosificando el ritmo y la intensidad, como una melodía coherente. No pretende demostrar nada, no hace alarde de técnica, se limita a servirse de ella para disfrutar. El viejo hace gracia, te imaginas a una especie de Hemingway cascarrabias que resulta convincente en su lucha con su asistente de hojalata. De principio a fin denota una alegría, una sencillez y humildad que esconden a todas luces un dominio y un talento rotundo del medio. Chapeau.
Puntuación: 9,2
Lobo Estepario
Faltan tildes, de las escandalosas. Hay alguna cosilla que rechina mucho (como lo de "ohh"). Pero te voy a dar una buena puntuación porque es el relato que más me ha gustado. Y qué más voy a decir, que yo soy el de las hostias y la fama hay que cultivarla: resumo los comentarios positivos mediante una puntuación alta; felicidades.
Puntuación: 9
Klautz
Inteligencia: 7,5
Me gusta la idea que se redondea después de la mitad. Deja flotando el dilema de la eutanasia. Como se resuelve el tema del robot y la aparición de la joven también son buenos puntos. Pero la primera mitad es algo repetitiva y densa.
Constitución: 7
La construcción de los tres primeros enormes párrafos necesita una buena revisión. La primera oración, por ejemplo, termina de un modo extraño en los tiempos con el "apagó todo lo que era". Supongo que falta un se al principio. Además estos párrafos no tiene unidad. Convendría algún que otro punto aparte.
Como antes me parece mejor la segunda mitad.
Fuerza: 7
Para que el lector se sienta más inmiscuido con la historia hubiera sido interesante que se trabajara un poco más el porqué en esa sociedad no se permite morir. El párrafo: "-Señor O. Grinder, yo debo protegerle por su bien. Su enfermedad le impide ver la realidad tal y como es. Comprenda nuestro comportamiento. No podemos dejar, en pro de su libertad, que usted se deje llevar por un período mental enajenado transitorio. Le ruego su colaboración y paciencia para una pronta recuperación." Es una reflexión interesante a la que le falta ampliar el contexto.
Carisma: 7,16
Este cuento me ha gustado por sus buenas intenciones. Podría haber tenido un mejor puntaje (éste ya es bueno), si hubieras meditado más la primera parte.
REY_CARMESÍ
Me he perdido un poco en las disquisiciones del viejo, supongo que porque está desquiciado y yo algo menos. También tengo que hacer un esfuerzo para convencerme de que la historia funciona, de que una empresa de tecnología construye al robot vulnerable a una treta tan poco sutil y que un abuelo se lanza por un hueco de escalera con una soga al cuello y no muere de forma instantánea al partírsele el cuello. Eliminando eso, nos queda un relato curioso, un tanto excéntrico de forma y de fondo. Confesaré que me ha hecho gracia en dos o tres puntos.
Nota. 6,25.
Rhaenys
La verdad es que tu título me ha intrigado mucho, pero leyendo el relato no acababa de encontrar la relación entre uno y otro. Es un título un poco surrealista, y el relato a ratos también me lo ha parecido. Quizás por la forma extraña de algunas frases, o por los derroteros que toman los pensamientos del protagonista, a ratos filósofo y a ratos niño con rabieta (me ha hecho gracia lo de darle una patada al robot). La idea en sí del robot guardián no me parece en exceso original (ya empezamos a oír hablar de estos chismes), pero tampoco es al final el centro del relato, más bien la excusa. Seguimos al anciano en sus reflexiones y en sus triquiñuelas, y el desenlace final tiene un tinte de humor, que le acerca a la comedia negra. No me ha disgustado, aunque la composición es a ratos un poco caótica, y hay que superar la frase inicial, que es posiblemente lo que menos me convence del relato.
Puntuación: 6,5
PUNTUACIÓN MEDIA: 7,62
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