A new morning has come - Rajio no kohemi - Gantz



Un nuevo día esta empezando ya
La radio suena sin cesar
Y mi corazón late sin parar,
cuánta vida va a estallar,
mira el gran cielo azul,
míralo y ya verás,
cuántas nubes y estrellas vamos a contar
Uno, Dos, tres.
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Atarashii asa ga hita
kibou no asa ga
yorohobi ni mune wo hiroge
aosora aoge
rajio no koe ni
sugoyaha na mune wo
kono haoru haze ni hiraheyo
sore: ichi,ni,san


Por mí mismo. La serie, gantz. La musiquita es una canción popular de la posguerra en Japón.

Doppleherz

Corto de Marilyn Manson dedicado a su gata, Lily.

Parte 1



Parte 2



Parte 3



Parte 4

¿Qué hora es?

I-III
Abandonó la estancia del horno y se dirigió, con su acostumbrado paso firme y ligero, al patio. Producía un ruido pesado, un tintineo de metal dentro de su chaqueta, generado por los innumerables cachivaches que portaba en su interior. La sala de la que salía estaba en el sótano, pero un sótano seco, sin humedad, ardiente y quieto, iluminado pobremente por alguna solitaria luz auxiliar. A pesar de todas esas idóneas condiciones, los insectos no aparecían por esquina alguna, aunque sí se acumulaba una gran cantidad de polvo sobre el suelo, polvo que levantaba el vuelo al andar sobre él, junto con las tristes luces, producía un efecto que a él le agradaba. Se movió por los rectos y paralelos pasillos hasta la salida, pasando por otras tantas puertas numeradas. Unas pobres escaleras oxidadas daban paso al exterior, el sótano solo era un agujero en el suelo, o al menos, el nivel 1. Fuera del sótano, quedabas encerrado en una valla, dentro de esta, otro edificio, a unos 100 metros de las escaleras por las que acababa de subir. Un edificio prácticamente cúbico, si no fuera por el tejado. Todas las ventanas eran iguales, todas desprendían la misma amarillenta, vieja y cansada luz. La estructura, al igual que el sótano, era de hormigón. Le entraron ganas de reír al verse a la luz de la luna y de las ventanas, solo, en aquel lugar, y simplemente, rió. Le parecía que la luna se iba a caer, no podría explicar porque. Maldijo todo a su alrededor y siguió, no podía parar más tiempo, ya había perdido el suficiente, no podía llegar más tarde, o sus soldados pedirían explicaciones, que no tenía y no pensaba dar, tal como estaban las cosas, eso podría resultar en su destitución, algo que no iba a permitir tampoco. Fue inventando alguna verdad alternativa mientras se dirigía a la entrada de dos puertas del edificio que formaban un cuadrado.De camino, algún guardia de alguna torre decidió enfocarlo con la luz para cerciorarse de que no era quien no debía ser, cosa que le molestó inmensamente, pero lo dejó pasar. La luz lo desenfocó rápidamente, pues el guardia debió reconocerle.

Por fin, entró. Un grupo de soldados que esperaban, con su traje de gala, en la puerta de la sala a la que debía entrar, murmuraban algo sobre la suegra de un tal Alfredo, pero al verle cesaron de inmediato de hablar y se pusieron firmes, los tres temían acabar en las plantas inferiores del sótano. Corrían rumores muy extraños sobre lo que hacían ahí los científicos, todo el que bajaba de castigo ahí, no se volvía a ver. Y algunos que no lo hacían como forma de castigo, también. Llegó hasta la puerta que era su objetivo y comprobó que su pelo estaba peinado de la forma que debía. Dentro le aguardaban para dar un discurso. Puso la mano enguantada en el pomo y abrió.


*Nota: los capítulos han de ser mejor ordenados, debido a ciertas incoherencias coherentes que le parecieron buena idea al autor en su momento.*

Lo que la tortuga le dijo a Aquiles

Aquiles había alcanzado a la tortuga y se había sentado cómodamente sobre su caparazón.

"¿De modo que ha llegado usted al final de nuestra carrera?" dijo la Tortuga. "¿Aún cuando consistía en una serie infinita de distancias? ¿Pensó que algún sabihondo había probado que la cuestión no podía ser realizada?"

"Sí puede ser realizada", dijo Aquiles. "¡Ella ha sido realizada! Solivitur ambulando. Usted ve, las distancias fueron disminuyendo constantemente y asi..."

"¿Pero si hubieran ido aumentando," interrumpió la tortuga, "entonces qué?"

"Entonces yo no debería estar aquí", replicó modestamente Aquiles; "y a estas alturas usted hubiera dado ya varias vueltas al mundo."

"Me aclama - aplana, quiero decir", dijo la Tortuga; "pues usted sí que es un peso pesado, ¡sin duda! Ahora bien, ¿le gustaría oir acerca de una carrera en la que la mayoría de la gente cree poder llegar con dos o tres pasos al final y que realmente consiste en un número infinito de distancias, cada una más larga que la distancia anterior?".

"¡Me encantaría, de veras!" dijo el guerrero griego mientras sacaba de su casco (pocos guerreros griegos poseían bolsillos en aquellos días) una enorme libreta de apuntes y un lápiz. "¡Empiece, y hable lentamente, por favor! ¡La taquigrafia aún no ha sido inventada!"

"¡El hermoso Primer Teorema de Euclides!", murmuró como en sueños la tortuga. "¿Admira usted a Euclides?"

"¡Apasionadamente! ¡Al menos, tanto como uno puede admirar un tratado que no será publicado hasta dentro de algunos siglos más!"

"Bien, en ese caso tomemos solo una pequeña parte del argumento de ese Primer Teorema: sólo dos pasos y la conclusión extraída de ellos. Tenga la bondad de registrarlos en su libreta. Y, a fin de referirnos a ellos convenientemente, llamémoslos A, B y Z.

(A) Dos cosas que son iguales a una tercera son iguales entre sí.

(B) Los dos lados de este triángulo son iguales a un tercero.

(Z) Los dos lados de este triángulo son iguales entre sí.

Los lectores de Euclides admitirán, supongo, que Z se sigue lógicamente de A y B, de modo que quien acepte A y B como verdaderas debe aceptar Z como verdadera, ¿no?"

"¡Sin duda! Hasta el más joven de los alumnos de una Escuela Superior -tan pronto como se inventen las Escuelas Superiores, cosa que no sucederá hasta dentro de dos mil años- admitirán eso."

"Y si algún lector no ha aceptado A y B como verdaderas, supongo que aún podría aceptar la secuencia como valida."

"Sin duda que podría existir un lector así. El podría decir 'Acepto como verdadera la Proposición Hipotética de que si A y B son verdaderas, Z debe ser verdadera, pero no acepto A y B como verdaderas'. Un lector así procedería sabiamente abandonando a Euclides y dedicándose al fútbol."

"¿Y no podría haber tambien algún lector que pudiera decir 'Acepto A y B como verdaderas, pero no acepto la Hipotética'?"

"Ciertamente podría haberlo. El, también, mejor se hubiera dedicado al fútbol."

"¿Y ninguno de estos lectores", continuó la Tortuga, "tiene hasta ahora alguna necesidad lógica de aceptar Z como verdadera?"

"Así es", asintió Aquiles.

"Ahora bien, quiero que Ud. me considere a mí como un lector del segundo tipo y que me fuerce, lógicamente, a aceptar Z como verdadera."

"Una Tortuga jugando al fútbol sería..." comenzó Aquiles.

"... Una anomalía, por supuesto", interrumpió airadamente la Tortuga. "¡No se desvíe del tema, Primero Z y después el fútbol!"

"¿Debo forzarlo a aceptar Z, o no?" preguntó Aquiles pensativamente. "Y su posición actual es que acepta A y B pero NO acepta la Hipotética..."

"Llamémosla C", dijo la tortuga; "pero no acepta que:

(C) Si A y B son verdaderas, Z debe ser verdadera."

"Esa es mi posición actual", dijo la Tortuga.

"Entonces debo pedirle que acepte C."

"Lo hará así", dijo la Tortuga, "tan pronto como lo haya registrado en su libreta de Apuntes. ¿Qué más tiene anotado?"

"¡Sólo unos pocos apuntes" dijo Aquiles agitando nerviosamente las hojas; "unos pocos apuntes de las batallas en las que me he distinguido!"

"¡Veo que hay un montón de hojas en blanco!" observó jovialmente la Tortuga. "¡Las necesitaremos todas!" (Aquiles se estremeció) "Ahora escriba mientras dicto:

(A) Dos cosas que son iguales a una tercera son iguales entre sí.

(B) Los dos lados de este triángulo son iguales a un tercero.

(C) Si A y B son verdaderas, Z debe ser verdadera.

(Z) Los dos lados de este triángulo son iguales entre sí."

"Debería llamarla D, no Z", dijo Aquiles. "Viene después de las otras tres. Si acepta A y B y C, debe aceptar Z."

"¿Y por qué debo?"

"Porque se desprende lógicamente de ellas. Si A y B y C son verdaderas, Z debe ser verdadera. No puede discutir eso, me imagino."

"Si A y B y C son verdaderas, Z debe ser verdadera", repitió pensativamente la Tortuga. "¿Esa es otra Hipótesis, o no? Y, si no reconociera su veracidad, ¿podría aceptar A y B y C, y todavía no aceptar Z, o no?"

"Podría", admitió el cándido héroe, "aunque tal obstinación sería ciertamente fenomenal. Sin embargo, el evento es posible. De modo que debo pedirle que admita una Hipótesis más."

"Muy bien, estoy ansioso por admitirla, tan pronto como la haya anotado. La llamaremos 'D'. Si A y B y C son verdaderas, Z debe ser verdadera. ¿Lo ha registrado en su libreta de apuntes?"

"¡Lo he hecho!" exclamó gozosamente Aquiles, mientras guardaba el lápiz en su estuche. "¡Y por fin hemos llegado al final de esta carrera ideal! Ahora que ha aceptado A y B y C y D, por supuesto acepta Z."

"¿La acepto?" dijo la Tortuga inocentemente. "Dejémoslo completamente claro. Acepto A y B y C y D. Suponga que todavía me niego a aceptar Z."

"¡Entonces la Lógica le agarraría del cuello y le forzaría a hacerlo!", replicó triunfalmente Aquiles. "La Lógica le diría, '¡No se puede librar. Ahora que ha aceptado A y B y C y D, debe aceptar Z!' De modo que no tiene alternativa, Ud. ve."

"Cualquier cosa que la Lógica tenga a bien decirme merece ser anotada", dijo la Tortuga, "de modo que regístrela en su libro, por favor. La llamaremos
'E' Si A y B y C y D son verdaderas, Z debe ser verdadera. Hasta que haya admitido eso, por supuesto no necesito admitir Z. De modo que es un paso completamente necesario, ¿ve Ud.?"

"Ya veo", dijo Aquiles; y había un toque de tristeza en su tono de voz.

Aquí el narrador, que tenía urgentes negocios en el Banco, se vio obligado a dejar a la simpática pareja y no pasó por el lugar nuevamente hasta algunos meses después. Cuando lo hizo, Aquiles estaba aún sentado sobre el caparazón de la muy tolerante Tortuga y seguía escribiendo en su libreta de apuntes que parecía estar casi llena.

La Tortuga estaba diciendo, "¿ha anotado el último paso? Si no he perdido la cuenta, ese es el mil uno. Quedan varios millones más todavía. Y le importaría, como un favor personal, considerando el rompecabezas que este coloquio nuestro proveería los Lógicos del siglo XIX. ¿le importaría adoptar un retruécano que mi prima la Tortugacuática Artificial hará entonces y permitirse ser renombrado 'Aquiles el Sutiles'?"

"¡Como guste!", replicó el cansado guerrero con un triste tono de desesperanza en su voz, mientras sepultaba la cara entre sus manos. "Siempre que usted, por su parte, adopte un retruécano que la Tortugacuática Artificial nunca hizo y se permita renombrarse 'Tortuga Tortura".





Por Lewis Carroll (le admiro), no creo que le importe mucho que use este texto aquí.

¿Qué hora es? - Continuación

I - II

Esto es lo peor que puede pasarle nunca a un hombre, agonizo, mi piel arde, puedo oler a lo que debe hacerlo la carne humana quemada y no oigo más que el calor acercándose. El ambiente está muy cargado, todo pega, te deshaces, nos está cociendo poco a poco. Mi visión ha vuelto, desde aquí puedo ver a través de un cristal de tono amarillo, a nuestro verdugo. Estamos en un horno crematorio gigante. Él se dedica a mirarme fijamente, con las manos enlazadas detrás de la espalda, quiere ver como muero. Por eso me dejó los ojos, para que lo último que viera fuera su extraña figura, observándome. Me observa. Sus ojos. Chasquea. Se acerca y da por finalizada la sesión. Aumenta la temperatura del horno. Si pudiera gritar… es horrible. Una llama parece alojarse dentro de tus costillas, en tu caja torácica, y parece acostarse con tu corazón. Y desde ahí, te recorre todo el cuerpo en una angustiosa ansia de destrucción, acabando en las puntas de tus dedos. Entonces, desapareces.

En el otro lado del vidrio, ahí estaba él, observando como sus víctimas se convertían en cenizas, y desaparecían de la línea del tiempo, para siempre. Lo hizo porque debía gratitud a aquel espécimen, le había hecho progresar mucho, por eso lo dejó lo suficiente como para que pudiera ver cómo se lo agradecía. Le dejó un buen recuerdo en su muerte. Había sido el primero en resistir las dos primeras pruebas. Luego, mueren y ya no valen. Así se deshacía de ellos. Sin más problemas. Miró su reloj, y decidió que era hora de continuar.

¿Qué hora es? - Relato de prueba

I - I

¿Cuánto tiempo ha pasado? Ese desgraciado… ¿Qué habrá hecho esta vez? Oh, espera. ¿Estoy vivo? No lo sé. ¿Dónde estoy? Estoy tirado. No veo, me arden los ojos. Huele a sangre. ¿Pero…? ¿Qué es esto? Pesa mucho… Dios… tiene el tacto de un cuerpo humano. Empieza a hacer algo de calor, creo. Aún no puedo abrir los ojos. Oh, no.


Me ha tomado varios minutos volver a mis cabales después de lo que he descubierto. Mis ojos dicen que no hay luz, estoy totalmente a oscuras, pero ya sé donde estoy. Si, si, me están quemando vivo. Cuando el horno se caliente por completo arderé con el resto de los aquí presentes. También están vivos aún, no dan señales de vida, al igual que yo, estamos paralizados, y seguramente, nuestras vísceras aguardan quién sabe qué atroces fines. No me explico porqué aún conservo los ojos. Estoy calmado, seguramente será esa droga que nos han dado, o la anestesia, no se qué es. Ahora que voy a morir, recuerdo todo. Recuerdo el día que maté a mi mujer, mi hija, mi madre y como ese hijo de puta me cogió como al resto, pero yo no soy igual que ellos, no… claro que no, no soy como esta escoria. Yo estoy aquí por algo más que ellos, yo le he visto, yo sé que hacemos aquí. Pero él ha ganado, otra vez. Nunca ha perdido, nunca lo hará. Conseguirá lo que el quiere, sea lo que sea, no puedo ni imaginarlo.